Odio mi nombre. Sé que mi mamá lo eligió con especial amor y pensó bien con cual otro combinaba; lo hizo mientras caminaba con sus amigas por la orilla del río. Se tiraban una a otra nombres y risas mientras recogían verbenas y zinias: ¡Lidia... Ana... Elisa... Lorena... Sabrina! Pero no acababan de decidirse.
Y nací como él: de color betún, con mota negra, jeta trompuda y manos de dos colores. Pero lo mismo me bautizó Blanca Lucía.
Ema Gómez
del libro Apenas una Ojeada - Córdoba - 1999
No hay comentarios:
Publicar un comentario